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El Trípode de la Muerte, y el enigma del perro que persigue su cola

por Colectivo Adalquí | publicado en: Ambiente, Economía y Cooperativismo, Columna Chasqui Federal, Control Social y Derechos Humanos | 0
27 Ene 2020

Tres invariantes han atravesado a los habitantes del territorio argentino en los últimos cuarenta y cinco años: la cuestión del Estado, la relación con el mundo y la lucha contra la pobreza. Ninguna con solución a la vista, pero con garantías de permanente continuidad. Por Chasqui Federal

Las tres revistan y reportan al sentido común liberal que ha invadido nuestros días y nuestras mesas. Se podrían escribir varios libros sobre cada una; y aún así no serían suficientes. El problema está en la incapacidad y falta de voluntad de los sucesivos gobiernos para descartar dichas discusiones y abordar las causas de esos problemas.

Pescar en la pileta

La cuestión del Estado, su rol y sus dimensiones es la primera de las invariantes. El (no)debate que la atraviesa mantiene cómodos y entretenidos a la derecha liberal-conservadora y a sus pares/rivales del progresismo socialdemócrata. Como quién pesca en una Pelopincho, los argumentos están al alcance la mano, se los revolean e intercambian a conveniencia, y luego los juntan y los devuelven a al agua.

Es que lo dictado por el Consenso de Washington en 1989 es insoslayable e incuestionable para las democracias tuteladas de América Latina post década del Plan Cóndor. El control de la situación por parte del Departamento de Estado norteamericano, impone las reglas del debate y los alternados ángulos de maniobra a derecha e izquierda. Ya lo preanunciaban los Documentos de Santa Fe durante las décadas del ’70, ’80 y ’90: nada quedaría la margen de la “Pax Americana”.

El Consenso de Washington no hizo más que cristalizar la puja política que atravesó al continente durante casi la totalidad del siglo XX: liberación o dependencia. La victoria de esta última ha reducido los márgenes de debate público, gobernabilidad y soberanía, al decálogo de casilleros que postuló el mencionado “Consenso”.

Si bien no son novedad, siempre vale la pena repasarlos. El tridente conformado por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Tesoro de Estados Unidos, recomendaban liberalizar – sacar al Estado del medio – el comercio exterior y el sistema financiero; reformar las pautas y condiciones para la intervención estatal; y modelar los Estados de Derecho de cada nación según las apetencias/ocurrencias del capital extranjero que prometía instalarse en los países.

Por tanto las recetas continúan girando dentro de las cuatro paredes ya conocidas: “achicamiento” del Estado a partir de secuencias recortes y sub-ejecución del Presupuesto; amarre permanente al valor del dólar con las pertinentes liberalizaciones de tasas de interés, restricción de la masa monetaria circulante, bancarización total del movimiento económico de las personas, y promoción a la dolarización de los depósitos. Las otras dos paredes que cierran la caja serían: la primarización de la producción y fomento de la importación innecesaria y no conveniente; y por último, la imposición de una matriz económica de servicios, aumento masivo del desempleo y el trabajo precario.

El Plan IIRSA y la relación con el mundo

El denominado Plan de Acción para la Integración de la Infraestructura Regional de América del Sur (IIRSA), fue firmado en el año 2000 por los doce países sudamericanos. En él se establecieron los “ejes de integración y desarrollo” para los países del continente, a partir de las “nuevas (viejas) referencias geo-económicas” que demandaba a la región el siglo XXI: disolución de “obstáculos normativos e institucionales”, mejora de las “condiciones de competitividad” y la promoción del crecimiento sustentable de la región.

Esos tres objetivos se lograrían mediante los siguientes tres mecanismos: la coordinación de planes e inversiones; la compatibilización y armonización de los aspectos regulatorios e institucionales asociados; y la generación de mecanismos innovadores de financiamiento público y privado.

Así, desde la firma del tratado y con la anuencia, monitoreo y acompañamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Plan IIRSA avanza en silencio, contando con la aceptada continuidad jurídica de los términos del Tratado por parte de cada gobierno que asume en nuestros países, y proponiendo una agenda de debate desarticulada en lo mediático (cada obra que compone el IIRSA es presentada como una innovación para el progreso local separándola de su contexto y dimensión continental).

Para graficar y poder visualizar mejor el proyecto, tome el lector un mapa de América del Sur y trace las siguientes líneas:

Recife (Brasil) – Guayaquil (Ecuador);

Bahía (Brasil) – Lima (Perú);

Sao Paulo (Brasil) – Antofagasta (Chile);

Buenos Aires (Argentina) – Vaparaíso (Chile);

Bahía Blanca (Argentina) – Concepción (Chile);

triángulo Puerto San Antonio Este (Argentina) – Comodoro Rivadavia (Argentina) – Puerto Montt (Chile)

Estos seis proyectos mencionados, son parte del casi medio centenar que el denominado Plan IIRSA ha venido planificando, coordinando y ejecutando parcialmente desde los años de la denominada Alianza para el Progreso.

La media docena de ejemplos consisten en los denominados “corredores bioceánicos”: “pasillos” logísticos que atraviesan el territorio continental de Este a Oeste. El denominador común en cada extremo es la existencia de puertos de aguas internacionales, y la conversión de esos puntos (ya concretados en algunos casos) en zonas francas. Es decir, territorios libres de control impositivo, arancelario y comercial de su jurisdicción anfitriona.

El objetivo es tan sencillo de entender como macabros son sus resultados: la desregulación absoluta de los términos del comercio exterior y la retracción del rol del Estado a mero garante de operaciones comerciales de las empresas multinacionales, el Plan IIRSA operativiza a partir de la construcción de infraestructura de transporte de cargas y energía, la ficha que le faltaba al modelo agrominero extractivista exportador: “sacar” los recursos naturales allende los mares en forma rápida, fácil y barata. Esa es la idea que encierra la consigna de “vincularse con el mundo”.

El par complementario inclusión/exclusión

No existe uno sin el otro. Es imposible pensarlos y mucho más visualizarlos. Sucede que a partir de de las condiciones reinantes descriptas anteriormente (y más allá de los discursos), ni derecha liberal-conservadora ni el progresismo socialdemócrata, poseen la voluntad de avance hacia la solución del problema de la pobreza.

La falsa dicotomía inclusión/exclusión es funcional al modelo en ciernes. La existencia de grandes masas de trabajadores desocupados, además de regular hacia la baja los salarios de los trabajadores ocasionalmente ocupados (el Ejército Industrial de Reserva descripto por Marx y analizado por tantos otros), sube permanentemente la cota de precarización de las condiciones de empleo: sólo tendrán las garantías Constitucionales de protección del trabajo, aquellos que alcancen los cannones de especialización, cada vez más específicos como innecesarios.

Más allá de la vorágine por pertenecer y calificar, el denominador común para la mayoría de la población es el camino hacia la pobreza. Tarde o temprano, ese es el destino manifiesto para los trabajadores. Por tanto, si las condiciones son las mencionadas, la exclusión es parte del asunto; es funcional y fue planificada.

Su resultado, la pobreza, traspasa entonces los niveles de mera consecuencia para convertirse en horizonte deseado. Si ponemos el ojo en cada fenómeno o proceso social que se dinamiza entre las personas con el sólo propósito de sobrevivir hoy, y ser un poco menos pobres que mañana, nos encontraremos con una serie de actividades económicas – sea en los circuitos formales como informales -, que generan muchísimo dinero y agregado de valor no-tangible a su producto final: la ilusión de no morir en la víspera de “algo” que nunca llega.

Es la Industria de la Pobreza. Actividad en franco crecimiento, y sin competencia aparente o a la vista.

Como el burro que persigue la zanahoria, como el perro que corre su propia cola, los trabajadores estamos inmersos en las tres invariantes. Con mayor o menor suerte transitoria, giramos como moscas sin culo entre las patas del trípode de la muerte. Sin embargo, la Patria Grande puede ser otra cosa. De nosotros depende. Es hora de tirar la cadena.

América Latina, Capitalismo, IIRSA, Industria de la Pobreza, Liberalismo conservador, Socialdemocracia

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Murphy, N. Julián.